¡Qué difícil mantener una constancia y frecuencia coherentes con este newsletter! Pero se intenta, que es lo importante. Acá estamos, a última hora de la semana, pero estamos. No quería faltar porque tenía muchas ganas de sentarme a escribir de una de las series que más me gustó en los últimos tiempos y que acaba de estrenar una nueva temporada; me refiero, claro, a The Bear, la joyita de FX que se puede ver a través de Disney+.
Una cocina es una casa
Por si estuvieron viviendo abajo de una piedra o adentro de un termo durante los últimos tres años, les cuento un poco de qué va The Bear. Y ojo, después entraré en más detalles, porque a mí a primera instancia tampoco fue una serie que me interesó mucho pero que, luego de mucha insistencia vi y me enamoró para siempre.
Situada en Chicago, The Bear nos presenta a Carmen “Carmy” Berzatto, chef de alta cocina que regresa a su ciudad natal luego del suicidio de su hermano mayor, Michael, de quien heredó el restaurante de sandwiches italianos llamado The Beef. En Chicago y, particularmente en The Beef, Carmy se reencuentra con todos los traumas familiares de los que huyó y con un negocio completamente caótico y prácticamente en ruinas. Decidido a sacarlo adelante, Carmy pone toda su experiencia trabajando en restaurantes ganadores de estrellas Michelin al servicio, así como también contrata a la inocente Sydney, que lo admira desde antes que él sepa.
La verdad es que cuando me vendieron a The Bear como una serie que tenía en el centro de su esencia una cocina de restaurante, no me llamó mucho la atención. Nunca trabajé en cocina y de hecho cocinar es una de las actividades que menos me gusta hacer. Sin embargo, varios amigos me insistieron para verla y en mis vacaciones de verano del año pasado me decidí a darle una oportunidad. ¡Qué sorpresa me llevé! Sí, The Bear es una historia sobre un restaurante, pero sobre todo es una historia sobre las familias. Las de sangre y las que conformamos, sobre vivir en un hogar disfuncional y cómo sobrellevarlo. Y también sobre fracasar en ese intento de sobrellevarlo, sobre cómo a veces repetimos patrones enfermizos que llevamos prácticamente en el ADN.
A partir de la familia Berzatto, representada principalmente por Carmen pero también por su hermana Natalia “Sugar” Berzatto y su madre Donna y la sombra de Michael, ese hermano muerto, The Bear nos muestra una familia amplificada: cada persona que trabaja en The Beef es parte y trae a la mesa no solo su talento, sino también sus traumas. Ya hablé de Sydney, que es la recién llegada, pero no puedo no mencionar a Richie, el mejor amigo de Michael, un hombre que al principio de la serie no parece tener un rumbo fijo pero que termina convirtiéndose en el corazón de The Beef, ese restaurante familiar que luego, con las temporadas, se convertirá en The Bear, un restaurante que aspira a ganar una estrella Michelin.
Por otro lado, además de los traumas y las dinámicas interpersonales que se dan adentro de la cocina, tanto The Beef como luego The Bear deberán lidiar con una industria, la gastronómica, completamente en crisis: los fondos escasean, los restaurantes cierran por todos lados y ellos, Carmy, Sydney, Richie, Sugar y demás, se aferran a su sueño que, por momentos, parece un delirio total.
Además de una trama conmovedora, escrita con inteligencia, sensibilidad y humor (prepárense para reír y llorar en dosis iguales), The Bear se apoya en actuaciones deslumbrantes. Jeremy Allen White es quien le da vida de forma magistral al traumatizado Carmen, pero tanto Ayo Edebiri en el rol de Sydney como Ebon Moss-Bachrach en el rol de Richie son tan dignos de alabanzas como el protagonista. La verdad es que todo el elenco se luce, incluso cuando la serie nos trae cameos de figuras que podrían eclipsar la pantalla, como John Mulaney, Bob Odenkirk, Olivia Colman o el mismísimo John Cena.
En su cuarta temporada, The Bear no pierde el rumbo. Luego de tenernos durante las tres anteriores al filo del asiento, viviendo situaciones sumamente estresantes como cenas familiares que terminan con cubiertos revoleados por los aires, gente encerrada en refrigeradores, duelos y nacimientos, en su cuarta entrega The Bear nos demuestra que el caos, el enojo, el resentimiento, la presión constante, no son necesarios para triunfar. Por fin, los personajes que vienen acarreando bagajes pesadísimos comienzan a soltarlos. Comienzan a hablar y a visualizar un futuro más brillante, más ordenado, donde quizás, si se animan, hasta pueden ser felices. Ojo, tampoco estoy diciendo que es todo facilísimo y que de repente esos personajes que aprendimos a querer son seres de luz que brincan felizmente por la pradera, pero sí que empezamos a visualizar la luz al final del túnel. Para los adictos a los gritos y la tensión, quizás esta cuarta temporada no sea la mejor de todas. Para mí, que personalmente busco cada día no sucumbir a patrones que no me funcionan y no vivir en un estado de tensión constante, esta temporada fue una caricia. Dolió por momentos, pero como duele la vida misma y después sigue. Como ya escuchamos en el final de BoJack Horseman: Sometime’s life’s a bitch and then you keep living.1
No quise spoilear mucho por si no vieron The Bear o por si todavía no terminaron la cuarta temporada, pero sepan que mis mensajes están abiertos para hablar con lujo de detalles si ya lo hicieron. Gracias por leerme, como siempre, y nos encontramos la próxima semana. ¿Qué día? La vida dirá, pero aquí estaremos.
Vicky
No, la mención no es gratuita: Joanna Calo, una de las showrunners de The Bear, es también una de las guionistas de BoJack.
Si te gusta Consumo Semanal no dejes de suscribirte y compartir mi trabajo, así este espacio crece.
Si con Consumo Semanal no tenés suficiente de mí, podés también escucharme en el podcast Tele de Fondo, donde hablamos de cine y series. Estamos en Spotify y en YouTube.
Me quedan los dos últimos capítulos de la T4 que me guardo para esta noche. De momento top como todas las anteriores